Su talento y su espíritu indomable la llevaron a ser una de las primeras mujeres en ser admitida en la Accademia di Arti del Disegno en Florencia. Su habilidad para capturar la intensidad emocional y el dinamismo en sus pinturas sigue asombrando a los amantes del arte hasta el día de hoy. Triunfó como artista en un mundo exclusivamente masculino.
Fue educada artísticamente por su padre, también pintor, Orazio, del que se muestra deudora, sobre todo en sus primeras obras. Después de haber vivido en Florencia durante seis años, se estableció en Roma entre 1620 – 1627, aunque realizó viajes a Génova y Venecia. En 1630 se asienta en Nápoles, donde abre su taller, donde desarrolló lo más fecundo de su producción, convirtiéndose en una de las figuras artísticas más importantes de la ciudad, influyendo en todo el medio napolitano.
Viajó a Londres, donde se encontraba su padre, siguió pintando, en algunas ocasiones pinturas para la nobleza inglesa.
Susana y los viejos (1610), primera obra firmada y datada, realizada con tan solo diecisiete años, que mostraba ya dos de las preocupaciones que serían frecuentes en su pintura: la representación de heroínas y el desnudo femenino. El relato, procede de los evangelios apócrifos, del intento de seducción de Susana, la mujer de Joaquín, por los dos ancianos era muy popular en Italia a finales del siglo XVI, pero la interpretación de Artemisia se aleja de la tradición. Sacando a Susana del jardín, metáfora tradicional de la feminidad generosa de la naturaleza, la artista aisló la figura adosándola a un rígido friso arquitectónico que encierra el cuerpo en un espacio rígido y poco profundo. La desnudez casi total de la figura transforma a Susana en una joven desamparada cuya vulnerabilidad queda realizada por el retorcimiento de su cuerpo.
A comienzos de 1611, a su padre Orazio le encargaron pintar al fresco una pequeña logia en el palacio del cardenal Scipione Borghese, el Monte Cavallo. El mecenas colocó a su lado a un joven artista, Agostino Tassi, entre ambos surgió una amistad, por lo que Orazio le pidió que se ocupase de los estudios de su hija. A partir de entonces Agostino comenzó a frecuentar la casa de los Gentileschi, terminando por prendarse de la muchacha, que tenía 18 años. Un día, el joven alejó a Tuzia de la casa con una estratagema y violó a Artemisia. En esa época, las violaciones sexuales se consideraban un delito contra el honor familiar, no contra la mujer. La absolución final de Tassi en el juicio de Roma y el posterior matrimonio de Gentileschi con un Florentino, seguidos por una estancia de varios años en Florencia, donde alcanzó una fama excelente como pintora, realizó algunas de sus obras fundamentales y formó parte de la Academia del Disegno.
Artemisia Gentileschi consiguió entrar en el círculo del gran duque Cosme II (Florencia), comenzó a tratar con nobles e intelectuales, mantuvo correspondencia epistolar con Miguel Ángel el Jovel, bisnieto de Miguel Ángel Buonarroti. Fue quien le encargó Alegoría de la Inclinación (1615) para la bóveda de la casa familiar. Gentileschi pintó un desnudo de mujer tan realista que su cliente se vio obligado más tarde a cubrirlo con paños.
La fama de Gentileschi creció hasta el punto de que, en carta del secretario de Cosme II, se la define como una “artista que ya es muy conocida en Florencia”. En julio de 1616 fue la primera mujer admitida en la Academia de Artes de Dibujo, fundada por Vasari en 1562. Estuvo inscrita hasta 1620, cuando pidió al gran duque permiso para pasar algún tiempo en Roma a fin de ocuparse de algunas cuestiones familiares.
Esther before Ahasuerus (1620), es una de las pinturas más ambiciones que ha realizado, representa la heroína judía Esther, que se presentó ante su marido, el rey Ahasuerus de Persia, para evitar una masacre del pueblo judío, rompiendo con el protocolo de la corte y arriesgándose así a morir. Más que una recreación histórica, fue el teatro contemporáneo el que inspiró a Gentileschi para concebir esta dramática escena en la que Esther se desmaya justo antes de que el rey le conceda su petición. Un criado afrodescendiente que sujeta a un perro fue eliminado por el artista, pero es parcialmente visible bajo el pavimento del mármol a la izquierda de la rodilla del rey.
También llevó a cabo Judith con su doncella y Judith decapitando a Holofernes:
Judith con su doncella es la primera de seis variaciones sobre el popular tema del Antiguo Testamento apócrifo que narra el degüello del general asirio Holofernes por la viuda judía Judith, que se introdujo en las líneas enemigas para seducir y luego decapitar al militar cuando dormía. Su monumental composición, su naturalismo penetrante, su iluminación vigorosa y el recurso a modelos contemporáneos son los principales indicadores del caravaggismo de Gentileschi.
Judith decapitando a Holofernes es la energía feroz y la violencia sostenida de la escena. Este trabajo brinda una posible fuente para la figura vigorosa de la mujer, con sus brazos musculosos, el cuello y el torso fuertes. Gentileschi captó de forma brillante el vigor físico de Judith, en una composición de molinillo en la que llaman la atención los brazos entrelazados que convergen en la cabeza de Holofernes.
En su estancia en Roma, los salones se disputaban su presencia y se la invitó también a formar parte de la Academia de los Deseosos, prestigiosa institución que reunía a los intelectuales romanos más importantes.
Sus numerosos viajes la situaron en lugar de privilegio para el conocimiento y la valoración tanto de la pintura contemporánea como de los máximos ejemplos del siglo anterior. Formada en el caravaggismo suavizado de su padre, del que supo también reproducir sus mossos elegantes, mostró su preferencia por unos tonos más dramáticos que aquél. A la vez, gustó de utilizar unas entonaciones cromáticas y lumínicas de una forma que los caravaggistas no habían sabido trabajar hasta entonces. Esto la convirtió en protagonista de primera fila en la metamorfosis de la pintura napolitana a lo largo de la década de 1630, en la que partiendo del más estricto naturalismo se llegaba al aprecio de los valores atmosféricos y cromáticos del neovenecianismo.
En 1637, Carlos I de Inglaterra la invitó a la corte, a la que se desplazó al año siguiente. Allí se reunió con su padre, que estaba trabajando en la decoración del techo de la Queen’s House, en Greenwich. Tal vez ambos volvieron a colaborar hasta la muerte de él, acaecida en 1639. En sus años londinenses, Gentileschi pintó una de sus obras más famosas: Autorretrato vestida de Pintura.
Luego regresó a Nápoles, donde vivió hasta su muerte. Tras casar una de sus hijas, se encontró con dificultades económicas y aceptó trabajar para un coleccionista siciliano, Antonio Ruffo, que le había encargado algunas obras, aunque esto no resolvía sus problemas económicos y a veces se veía obligada a malvender sus obras.
Pese a su indudable calidad artística y sus influyentes amistades, no se libró nunca del todo de su fama de licenciosa, la opinión pública nunca la perdonó por ser una “mujer libre”. A su muerte su figura fue rápidamente olvidada y no sería redescubierta hasta 1916 por el historiador del arte Roberto Longhi. Su historia privada ha prevalecido sobre su trayectoria artística, menoscabando un trabajo.
Al final de su vida, pese a las penurias económicas y toda suerte de sinsabores, la gran pintora romana conservaba incólume el orgullo, la energía que permitieron superar los abusos que sufrió en su juventud y hacerse un nombre en el competitivo mundo artístico de la Italia barroca.
Enero, 2025
Mikey Rico
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